VELEIDADES OFICIALES – VELEIDADES
PARTICULARES
Cuantas veces, por azar, por capricho, o por afinidad
con la historia, nos hemos topado con
noticias del pasado que nos traen al presente; como si el tiempo fuera circular
¡va y vuelve! Un vaivén evidenciado en frases de cajón: Nuestra Historia es un borrón repetitivo, 2012. Cambian los
protagonistas, cambian las tecnologías, los medios de difusión son cada vez más
sofisticados, pero los asuntos de la historia, al menos en Colombia, se siguen
“corrigiendo y previendo” con acciones prototípicas. En Carta abierta del 3 de octubre de 2012, el artista deja constancia:
“La ineficiencia de acción de esta
propuesta frente a las problemáticas sociales de Latinoamérica revela su
completa inutilidad.”
Los hechos que nos refiere Sebastián Alvarado en su
propuesta tienen que ver con una especie de reconstrucción de la historia
oficial y marginal de Latinoamérica desde la conquista hasta hoy, que se va
desanudando específicamente desde el archivo familiar y personal. No importan
aquí los vacíos históricos, si hay linealidad o no en los acontecimientos. Se
trata de recrear una “historia política” permeada por la información acumulada
en su hogar, símil de nuestros hogares, donde cada uno a su manera -unos más,
otros menos- interpreta los sucesos. Él selecciona, compara, liga y descompone
noticias sin vínculos, sin contexto, para configurar crónicas de poder turbias,
manipuladas, borradas, tergiversadas a su amaño, tal como sucede en la realidad
política colombiana: Borrón histórico,
Cuadro hemático, La gravedad de los hechos, son algunos títulos de sus obras.
Su propuesta hurga estrategias propias de la
historiografía que en sus últimas exploraciones han sobrevenido en
instalaciones un tanto sombrías. En Archivo
Latinoamérica, capítulo Colombia: Oscuras proyecciones regulares, el
espectador se asume como un investigador forense al auscultar con lupa noticias
impresas en acetatos dispersos -un poco al azar- sobre una mesa de luz. En
esta atmósfera, sobre el piso y la
pared, también dispone polígonos de acetato cuyas caras han sido impresas con
crónicas sobre la historia del país, y unos proyectores con luz halógena
arrastran las sombras de los mismos sobre las paredes configurando fragmentos
de frases y palabras escogidas estratégicamente para articular tiempos, tramar
y develar ideologías, e interpretar otra particular historia del país.
ARMANDO MONTOYA
Docente Titular / Facultad de Artes
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El joven despertar de conciencia sobre
los problemas sociopolíticos del país, es la apertura a una construcción de
memoria nacional bajo archivos personales y de familia -periódicos y revistas de circulación
nacional- que remiten a los años 90 del siglo pasado, época de personal niñez,
en la que los titulares de la brutal violencia -atentados, masacres,
desapariciones, desplazamientos forzosos, violación de derechos humanos- por
bandos dispares (incluido el narcotráfico y sus carteles) hacían antesala y
compañía a las investigaciones judiciales sobre la política reinante: presidentes,
gabinetes, secuaces, opositores, implicados en dineros calientes, desfalcos económicos, hurto presupuestal,
crímenes de estado contra civiles, concesiones de explotación de recursos
ambientales y polémicas diversas de sombrío contenido. Con el pasar de los
años, al revisar estos documentos, la sorpresa es grande pero predecible: la
historia -nuestra historia- es amalgama de proyecciones regulares, tan rígidas
como oscuras y continuas. La hipotética postura de una realidad fluctuante, se
ve truncada por la rigidez casi matemática de los tiempos contenidos: sombra,
reflejo y sólido en un mismo plano. El curso natural y poderoso de una historia
mantenida, nos ha acostumbrado a sentirnos mejor y más preparados a vivirla. El
fondo de su cauce, sigue turbio, jamás ha sido cristalino.
En esta obra no hay directrices (aun
dando pistas): el espectador carga con el peso de tomar la decisión -casi rebelde- de ser partícipe
del juego propuesto en las imágenes -manipular, tomar, armar, componer- o ser el
tradicional observador pasivo de esta historia
reconstruida y proyectada.
Sebastian Alvarado
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En el año 1996 se removió una acumulación centenaria de cal que cubría
las paredes de la casa Gutiérrez. El procedimiento reveló que las tapias
cargaban más de 40 capas de pintura blanca a base de cal. Cada capa demuestra
un esfuerzo por hegemonizar la superficie, ocultando cada vez las
imperfecciones recogidas durante varios años de operación en la hacienda. Sin
embargo, la razón por la cual se decidió remover este grueso depósito mineral
fue la eventual deformación de la estructura original que se había abultado
irregularmente por causa de tantas capas. En luz de la exposición de Sebastián
Alvarado, Archivo Latinoamérica, Capítulo
Colombia: Oscuras proyecciones regulares, las tapias de esta edificación
parecen también sugerir una interpretación de la historia, donde el hombre
homogeniza y olvida cíclicamente en un espíritu convencional de renovación y
orgullo. Pero como la cal que va deformando la estructura original rectilínea y
precisa, también los sistemas hegemónicos de la humanidad implican el
ocultamiento y la desproporción de la realidad, y opacan el pasado. En el
antiguo cuarto de monturas, hoy galería, Alvarado y las paredes materializan
sistemas intangibles de repetitividad y olvido.
Andrés Monzón, Julio 19, 2013.
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RAICES CARDINALES
Y no hay remedio! Archivo Latinoamérica, texto de
Memorias de Grado para optar al título de Maestro en Artes Plásticas. (Capítulo
Antecedentes) Universidad de Antioquia, Medellín. 2013. Docente asesor: Armando
Montoya.
Este es un
proyecto fraguado en derivas dispersas, que conjugadas en tiempos diferentes
fueron sentando raíces, estructurándose y nutriéndose de experiencias e
indagaciones en un terreno tan provechoso y vasto como siniestro y complejo.
En 2009, en el Instituto Departamental de Bellas Artes
de Cali, se realizaron las primeras aproximaciones sobre la historia
latinoamericana desde la Crónica de
Indias: ejercicios prácticos que se convirtieron en recurrente ansiedad por
la búsqueda y lectura de información: el interés ad libitum[1] por la figura del cronista (especialmente por la de
Gvaman Poma) trascendió del gusto a la necesidad plástica, buscando en vía(s)
formal(es) decantar aquellos hallazgos de estudio y observación. Aún
desdibujadas las intenciones generales de éste proyecto, aquel proceso se
configuró y concretó como el eje central de las propuestas desarrolladas y
presentadas en el ciclo completo de los Talleres de Integrado y Grado de la
Universidad de Antioquia, a la que se ingresa por transferencia en el año 2010,
iniciando el ciclo de culminación del pregrado en Artes Plásticas en 2011,
época en la que se cimienta la propuesta.
Pero aun dicho esto, es preciso revisar que de manera
indirecta, el mestizaje y los precedentes familiares condujeron
inconscientemente a desarrollar una postura sobre los hechos diluidos en el
tiempo: la indagación. Todas aquellas cosas que de alguna manera son tan
propias pero que ya no pertenecen por
ser pasado lejano, son pulsión frecuente de reconstrucción: lo que ya no está pero en su lento suceder ha configurado
el presente en su efecto de hilar consecuencias.
Ser portador de apellidos mixtos (Alvarado, de
tradición española y Guatibonza[2] de origen indígena) es imagen viva de una historia
soterrada en tiempos anteriores, invisible a los ojos del ahora con el latente
misterio de la hibridez y la profunda oscuridad del crimen bárbaro: el despojo,
el hurto, la imposición, el dominio, la sangre derramada y consumada. En
efecto, este prontuario funesto parece reflejarse en el desplazamiento de los
llanos orientales sufrido por generaciones previas bajo la violencia de la
década de 1950, en la que la lucha bipartidista y la insurgencia campesina eran
tan feroces como sus actos desmedidos. ¿Cómo hacer caso omiso a lo que ya no soy pero me constituye? Este proyecto
y todos los precedentes, son una voz, la voz del Yo.
Sebastian Alvarado
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