Transmutación extática es una pieza que se basa en la metamorfosis
de un cultivo de Bryophytas implantado de manera controlada para que hipotéticamente
en su desarrollo, trace en los tonos verdes propios de un organismo vegetal, los
contornos y ornatos de “BLANCO”, escrito en letras capitales iluminadas. La
pieza hace uso de un stencil impreso
a mediano formato, que permite calcar la caligrafía referencial sobre la
superficie del muro, posteriormente los detales son trazados con una mezcla de
musgo y nutrientes: con el paso del tiempo y las condiciones adecuadas, se
espera que se cumpla el -siempre caprichoso- precepto formulado con la idea, un
proceso que puede fracasar por variaciones de luz o los siempre visitantes, detalles
inesperados.
La propuesta remite
a varias aproximaciones que derivaron en una semiótica abierta, tan ambigua
como problemática. Tuvo sus orígenes en una impecable y latente sensación de
inconformidad ante el blanco, consecuencia de mi Trastorno Obsesivo Compulsivo
(TOC), buscar (y hallar) sus defectos en la presunta calidad de acabado
impoluto: una mancha, un cabello, una cerda de brocha, un cambio de textura,
han sido sensaciones enfermizas. A partir de allí, planteo el blanco como noción
imposible y como transformación continua, como ejercicio de pensamiento en el
que a manera de Efecto Jaensch o Stroop, persiste una aparente contradicción de
revelar en un tono distinto el significado semántico del color escrito: blanco,
inscripción azarosa de un verde en potencia, procesual y cambiante.
Enraizada en
obras anteriores sobre la exploración mística, devino esta pieza que alude
fundamentalmente a ese problema personal a través de una terapia amateur de
autoayuda, sin embargo, se pueden llegar a desprender relaciones y lecturas
colaterales influenciadas por el contexto y la puesta en escena. Entendemos
entonces, que el cliché inmediatista y popular de entender el blanco como símbolo
de paz y el verde como esperanza, pueden aunarse en intuiciones que lleguen a
interpretar la pieza como un comentario optimista sobre los diálogos de La
Habana o que, los estudiosos y aficionados del ámbito artístico lleguen a establecer
falsas alegorías a la mutación del espacio expositivo, aun a sabiendas que la
obra está plenamente inscrita en la lucha personal con el “yo” y el TOC, asunto
más íntimo y abstracto todavía. Es preciso deducir el lenguaje derivado
(insospechado y no intencionado) como un concepto imposible de abarcar y/o
subyugar, analogía de ese “blanco” esquivo y primigenio.
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